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miércoles, 5 de junio de 2013

Mirando al Cielo

En el budismo tibetano existe un ejercicio clásico que se llama "mirar al cielo". Consiste en pasar considerables espacios de tiempo contemplando el firmamento, bien sea el cielo azul del día o el cielo estrellado de la noche; el cielo despejado o el cielo nuboso, el punto del horizonte en el que el cielo se encuentra con el mar o con las montañas... La finalidad de la práctica es aprender a identificarnos con el  espacio, de manera que podamos desarrollar suficiente amplitud del espacio interno, aquel espacio de nuestra mente en el que van a aparecer los contenidos que habitualmente nos inquietan, atemorizan o atormentan. Pero si nos reconocemos en el espacio infinito e inmutable, nada nos podrá hacer daño, nada nos puede atemorizar o intimidar.

Podríamos decir que el espacio es un símbolo que representa a la conciencia y ésta, como aquel, puede contenerlo y abarcarlo todo. Los contenidos de la conciencia se asemejan a los contenidos del espacio. En la conciencia encontramos todo aquello que podemos percibir, experimentar o concebir. Igualmente, el espacio acoge en su seno todo aquello que puede existir o imaginarse. En este sentido, podemos pensar en un espacio exterior o físico en el que encontramos los objetos del mundo físico y un espacio mental o interior en el que encontramos los objetos del mundo interno, como son los pensamientos, las emociones y todos los fenómenos mentales en general. Ambos tipos de espacio pueden considerarse como formando un espacio único y global que todo lo contiene y que puede albergar todo lo existente.

Como escribe el lama Tenzin Wangyal: "El espacio es infinito, lo permea todo, posee una expansividad limitada, es incomesurable, no se contrae, es inmenso, eterno e inmutable, está más allá de las palabras, de los conceptos, de la filosofía".

El secreto del estado de presencia consiste en llegar a identificarnos con el espacio, con el contenedor, en lugar de con los contenidos que en él se encuentran.

En el estado de presencia surge, de manera espontánea el júbilo y la satisfacción. La alegría de participar en la existencia, de ser parte de una vida abundante y que nunca acaba. De ahí la sensación de plenitud, de bienestar, de confianza y de invulnerabilidad. Esto es lo que expresan estas palabras de Eckhart Tolle en las que habla de mirar las cosas desde la presencia, sin la intervención del pensamiento:

"Cuando miras y escuchas de este modo, puede que percibas una sutil sensación de calma, que al principio casi no se nota. Algunas personas lo sienten como una quietud de fondo. Otras lo llaman paz. Cuando la conciencia ya no está totalmente absorbida por el pensamiento, parte de ella permanece en su estado original sin forma, no condicionado. Esto es el espacio interior".

Fuente: Vicente Simón
Aprendiendo a entender el Mindfulness


Savasana mirando al Cielo 
Clase miércoles de 20 a 21.30 al aire libre